jueves, 23 de agosto de 2007

Alfonso Costa



Alfonso Costa Beiro nace en Noya (La Coruña) en 1943. Vive su infancia y adolescencia en la villa natal, junto al Océano Atlántico. A los diecisiete años se traslada a Barcelona. El joven gallego tiene una vocación definida, pero no un oficio concreto, y atraviesa dificultades en la gran ciudad, hasta que en 1967 realiza su primera exposición.
Pronto descubre su talento un crítico de prestigio, Cesáreo Rodríguez Aguilera, otro transterrado, que ejerce la judicatura y la crítica de arte y llegó a Cataluña desde su Quesada natal, donde vio nacer y crecer al inmenso pintor Rafael Zabaleta. Años después, la misma prestigiosa firma refrendaría la calidad plástica del gallego, que posee un dibujo mágico y una paleta evanescente, de una elegancia natural realmente única.
Desde la inicial exposición jienense, Costa Beiro trabaja de modo incansable. Es seleccionado para una muestra colectiva de dibujo que lleva el nombre de Joan Miró. En 1972 se le concede una beca de la Fundación March para conocer Florencia, hecho que tendrá una influencia decisiva en su futuro estético. El gallego realiza carteles y participa en colectivas internacionales. Hace series de grabados que incrementan su prestigio y forma parte de muestras que recorren La Habana y Lisboa.
Ya está preparado para empresas importantes. En 1984 concluye uno de sus grandes empeños, una pintura de 2.000 metros cuadrados, iniciada tres años antes, en el Instituto Frenopático de Barcelona. Ilustra series de artículos en prensa, firmados por su amigo el escritor Xavier Costa Clavel, y los poemas de Rodríguez Aguilera.
Sus exposiciones se suceden en toda España. En 1983 obtiene una beca del Ministerio de Cultura, y el Ayuntamiento de Noya le otorga la medalla de la villa, a la que ha dedicado carteles festeros y otros agasajos. Su presencia en el libro es constante, con ilustraciones para obras de Costa Clavel y Neira Vilas. Nuevos murales, en 1985, en una industria coruñesa y en el Instituto Xelmírez de Compostela. Más murales, en establecimientos carcelarios. Exposiciones importantes fuera de España.
Los años ochenta, de intensa actividad para el artista, que ha consolidado su fama en el extranjero, principalmente en Francia y en Alemania. En 1988 realiza una gran exposición en el Kiosko Alfonso de La Coruña, que demuestra a sus paisanos la justificación de su fama. Recibe encargos oficiales constantemente. Sus carpetas de grabados interesan a los coleccionistas. Su fama está consolidada dentro y fuera de España. Figura en los museos Provinciales de Lugo, de Pontevedra, de Sada, La Coruña; de Arte Moderno de Barcelona, de Palma de Mallorca, de Hospitalet, Barcelona, Provincial de Burgos, de Arte moderno de Madrid, Zabaleta de Quesada, Jaén; de Gerona; de Ostende, Bélgica; de Vigo y de la fundación March, en Madrid. También está representado en instituciones oficiales como el Instituto Padre Sarmiento de Santiago, Universidad de Compostela, Junta de Galicia, Ayuntamiento de La Coruña, Generalidad de Cataluña, Diputaciones provinciales de Santander, Gerona, Guadalajara, y el Congreso de los Diputados.
La pintura de Costa Beiro es un personalísimo expresionismo lírico. Tiene concomitancias con Francis Bacon, si bien desde totales libertades. Sus figuras danzan y poseen una incontenible dinámica. Se inscriben en fondos como espejos de azogue perdido, en rosas, carmines, azules, amarillos. Basada en un prodigioso, rítmico dibujo, la materia es leve, deleída, con texturas muy ricas y contrastes tonales de efectismo de vidriera.
Prácticamente nunca se ha apartado de una vaga figuración, aunque las dosis de abstracción sean considerables. Sabe aprovechar recursos del cubismo y aun del surrealismo en composiciones medidas, en la que late la geometría bien digerida.
Una enorme alegría, un ámbito lúdico preside estas pinturas en las que están el mito, el onirismo, la evocación y la ideación en perspectivas infinitas que emparentan, a veces, con el menos riguroso Dalí, a quien sin duda conoce bien. A su modo, Costa Beiro, como buen gallego, es un barroco apasionado y en definitiva, un gran creador y un enorme pintor.

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